Posted on enero 24, 2023 View all news
Mi hijo empezó a fumar hierba durante su tercer año de instituto. Se graduó con matrícula de honor y recibió una beca completa para una universidad privada donde se licenció en ingeniería, jugó al baloncesto, compuso música y tuvo un trabajo.
Pero fue entonces cuando empezó a vapear y hacer dabbing de THC. Pudo encargar cartuchos para vapear y viales de THC en línea.
En su primer año de universidad, destrozó su coche bajo los efectos del THC y ni siquiera le pusieron una multa. Poco después, empezó a saltarse clases y exámenes, perdió su beca, terminó relaciones, dejó de hacer ejercicio y perdió interés por la música y la familia.
En ese momento, vomitaba con regularidad y pasó de pesar 145 libras a 113 libras.
Las alucinaciones auditivas y visuales las noté cuando tenía 20 años. En esta época, le veía drogado 24 horas al día, 7 días a la semana.
Aceptó ingresar en un hospital de salud conductual y fue tratado por psicosis y Trastorno Depresivo Mayor. Tras el alta, no cumplió con la medicación que le habían recetado ni con su programa ambulatorio y pronto empezó a consumir marihuana de nuevo.
Varios meses después, nuestra familia hizo una intervención y él aceptó recibir ayuda. En ese momento, mi hijo se movía a cámara lenta y tenía problemas para andar y hablar.
Encontramos un centro de tratamiento de diagnóstico dual, pero mi hijo dijo al personal que llevaba tres meses sobrio cuando el centro le hizo la evaluación telefónica. El centro se negó a admitirle por este motivo.
Así que lo llevé a un hospital psiquiátrico donde le diagnosticaron psicosis inducida por el cannabis. Las alucinaciones de mi hijo eran terribles en ese momento, y no podía mantener una conversación normal. Le dijo a la enfermera que las voces de su cabeza eran malvadas y que luchaba por calmarlas, pero no querían ingresarle del todo porque decía que no tenía tendencias suicidas.
Finalmente, lo ingresaron en otro hospital de salud conductual, pero tras sólo 11 días, nos dijeron que necesitaba un nivel superior de atención para sus problemas de salud mental. Entonces lo ingresaron en otro hospital psiquiátrico y le diagnosticaron psicosis y ansiedad. El hospital lo derivó a una residencia para sobrios y a atención ambulatoria tras el alta.
Llevaba sólo cuatro días en la residencia para sobrios cuando el propietario me llamó y me pidió que lo recogiera. El dueño dijo que se comportaba de forma extraña y que preocupaba a los demás hombres de la residencia.
Lo recogí y cogimos un avión a California, porque había conseguido una cama en un centro de tratamiento de diagnóstico dual. Fue un milagro que consiguiéramos pasar el control de seguridad y subir al avión. Mi hijo estaba muy agitado, discutía consigo mismo en voz alta y hacía gestos erráticos y salvajes. Le di medicación para calmarlo durante el vuelo, pero no descansó. Lo único que hizo fue mirar fijamente al frente durante casi 3 horas.
Cuando llegamos a California, se paseaba y hablaba muy alto en la habitación del hotel, hablando con voces en su cabeza.
Al día siguiente, lo ingresaron en el centro de tratamiento. Cuando estaba subiendo al avión para volar de vuelta a mi estado natal, me llamaron del hospital y me dijeron que mi hijo necesitaba un nivel de atención superior. Me informaron de que lo habían trasladado a un hospital psiquiátrico para casos agudos y me aseguraron que mi hijo estaba en buenas manos.
Cuando llegué a casa, me llamaron del hospital y me dijeron que mi hijo se había negado a ser ingresado en el hospital y que le darían el alta. Conseguí que un psiquiatra de la familia llamara a mi hijo y le convenciera para que aceptara ser ingresado en el hospital. A los pocos días, este hospital me llamó y me dijo que mi hijo tenía Covid y que debía ser aislado antes de participar en el programa de tratamiento. El hospital psiquiátrico me dijo que si no lo recogía enseguida, el hospital me cobraría una tarifa diaria, que me costaría miles de dólares.
Afortunadamente, el padre de mi hijo voló a California y pudo recogerlo del hospital. Lo llevó a un hotel para aislarlo y mantenerlo a salvo.
Pero dicen que es sólo una planta y menos nociva que el alcohol. No estoy de acuerdo. Esto está ocurriendo a miles de familias en toda América.
Se trata de una batalla cuesta arriba a largo plazo que merece nuestro esfuerzo sostenido.
Sabemos de todo corazón que Cada cerebro importa.
Por favor, únete a Cada Cerebro Importa.
Madre cariñosa
