Posted on mayo 7, 2024 View all news
Mi hijo era un espíritu aventurero y libre con un futuro prometedor. Le encantaba explorar nuevos lugares y era más feliz viajando por carreteras abiertas con el viento en el pelo y escuchando música.
A los 18 años, utilizar Delta-8 una sola vez cambió instantáneamente toda su vida. Le llevaron de urgencia al hospital porque el Delta-8 le provocó una parada cardiaca. Los paramédicos pensaron que iba a morir. En urgencias, después de que los médicos le estabilizaran, deliraba y alucinaba.
Aunque no estaba mentalmente estable, dieron el alta a nuestro hijo y nos lo llevamos a casa.
Han pasado tres años, y nuestro hijo teme abandonar nuestro hogar. Las carreteras abiertas que antes amaba son ahora su peor enemigo. El Delta-8 no sólo estuvo a punto de arrebatarle la vida, sino también su libertad. Se llevó la libertad de su mente, la libertad de tener consuelo y de estar solo, y la libertad de vivir una vida que antes amaba. Le ha robado su felicidad y su espíritu extrovertido.
Nuestro hijo está atrapado en el miedo, la ansiedad, la depresión, la ira, la confusión y los pensamientos obsesivos que parecen no irse nunca. Nos pasamos el día intentando controlar estos pensamientos y miedos inexplicables con terapeutas, todo ello debido al delta -8.
Ahora es temeroso, no intrépido.
Delta-8 nos arrebató nuestra libertad como padres. El recuerdo de mi hijo luchando por su vida es una visión constante que se repite en mi mente. Fui testigo de cómo los hitos y los sueños de mi hijo se hacían añicos en cuestión de segundos. Le vi pasar de ser un joven sano y en crecimiento a deteriorarse ahora física y mentalmente. Vi cómo la alegría, la esperanza y la felicidad desaparecían de sus ojos y eran sustituidas por tristeza, miedo y confusión.
Toda mi familia tuvo que aprender quién es esta nueva persona y cómo piensa y reacciona. Todos caminamos de puntillas por este territorio desconocido e indeseado que llamamos vida. Sinceramente, no vivimos; todos intentamos sobrevivir.
Quiero que se prohíban todos los productos Delta-THC para que nadie más tenga que experimentar esta pesadilla infernal.
La culpa es de las personas que legalizan estos productos y los califican de seguros. Les reto a que visiten a las miles de familias perjudicadas y se informen sobre los efectos mentales y físicos reales. Si, por alguna razón, su decisión no cambiara y siguieran queriendo que el Delta-8 siguiera siendo legal, entonces sus motivos sólo quedarían en evidencia.
Madre preocupada,
Kelly Turner
